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Por fin había regresado de su estadia estudiantil en la capital. Ansiaba llegar a su casa... a su verdadero hogar. Entro por la puerta principal y nada había cambiado. Ahí estaban su madre y su hermana esperándolo con los brazos abiertos. Pipe, el pequeño pastor alemán que había dejado un año atrás, ahora estaba más grande y comenzó a olfatearlo. Su madre le dijo que su padre y su hermano mayor se encontraban en el campo y regresarían más tarde a merendar. Mientras se llegaba la hora de la merienda, decidió dejar sus cosas en su antigua habitación. Se dirigió hasta allí cruzando el gran patio coronado por una hermosa higuera plantada en el centro. Al llegar a la habitación se recostó sobre su lecho. Fijo la mirada en el techo tratando de relajarse para poder concebir la siesta reparadora que le ayudaría a seguir con su ajetreado día. Sin embargo, su atención se centró en un pequeño brillo que emanaba del techo... era un brillo blanco salido de un pequeño ocho negro. Sin embargo el ocho no era ocho... era una hormiga... con un movimiento por parte de ésta, el joven inmediatamente se vio invadido por millares de ellas... al borde de la desesperación cayó de la cama y despertó. ¿Había sido todo un sueño? Al parecer si. Sus dudas se vieron cortadas de tajo por la voz de su pequeña hermana que le indicaba la llegada de su progenitor y hermano. El muchacho responde de forma afirmativa a la invitación para merendar... dirige su mirada nuevamente al techo... y ve que el pequeño ocho negro sigue inmóvil, aguardando su regreso.

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Patibus está oyendo...